Cuando transito por las calles de mi terruño y observo las condiciones que nos agobian como ciudad, debo confesar que son muchas las interrogantes que me hacen desear tener frente a mí a los responsables de las distintas áreas del gobierno municipal que, se supone, deben ser capaces de brindarme las respuestas que mi inquietud ciudadana requiere para entender.
Hoy te invito a reflexionar en una problemática que ha crecido de manera exponencial sin que se haya implementado un programa que realmente ataque la compleja situación de las personas discapacitadas, que se ven en la penosa necesidad de pedir limosna en las calles de nuestro querido Acapulco.
El hambre es más fuerte que la vergüenza, y la necesidad de llevar el sustento al hogar orilla a muchos de nuestros paisanos a solicitar el apoyo de quienes tienen una ventaja que se antoja inmensa: La de no contar con una discapacidad que les impida acceder a los pocos empleos que se crean en nuestro Puerto.
No piden limosna por flojera, lo hacen porque, ante su nueva situación, deben enfrentar no sólo la pérdida de uno de sus miembros, sino la falta de oportunidades en el Sector Productivo, que les rechaza ante la posibilidad de contratar a alguien que no cuenta con una limitante física.
Por qué, me pregunto yo, las autoridades competentes no amplían su visión de la problemática social que representan las personas discapacitadas y establecen un programa que, además de sobrevivir a los cambios de Administración, capacite en actividades que les permitan ser autosuficientes a los individuos que merecen recuperar la confianza de que son capaces de solventar sus necesidades económicas de forma tal que se sientan orgullosos de sí mismos y que garanticen que sus familias contarán con lo necesario gracias a su esfuerzo personal.
Programas de capacitación que contemplen el pago de cierta remuneración mientras dure el curso es posible, si se cuenta con voluntad política para hacer diferencia en la vida de personas que son capaces de superar los retos cuando se les otorgan facilidades para volver a empezar.
Margaret Meade en alguna ocasión afirmó que: “Si queremos conseguir una cultura más rica, debemos encontrar una en la que cada don humano tenga un lugar apropiado”. Hagamos posible que los dones de las personas que enfrentan alguna discapacidad, brillen y enriquezcan a nuestra comunidad.
Que la vida permita que nos leamos pronto… Paty García
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